Eran las 3:00 de la madrugada, una fría mañana, un candidato a misionero estaba dirigiéndose a la oficina de la junta de misiones para una entrevista con el examinador de la misma. Pero tuvo que esperar hasta las 8:00, hora en que llegó el examinador.
El examinador dijo:
-Vamos a empezar. Haga el favor de deletrear su nombre.
El candidato contestó:
B-a-k-e-r.
-Muy bien. Ahora vamos a ver sus conocimientos de matemáticas. Cuántos son dos y dos?
-Cuatro.
Contestó el candidato.
-Muy bien.
Respondió el examinador
-Voy a recomendarle a la junta mañana, para que se le nombre para el puesto. Usted ha superado la prueba.
Al día siguiente, al reunirse la junta para examinar las credenciales del solicitante, el examinador dijo:
-El examinado tiene las calificaciones suficientes para ocupar el puesto de misionero. Me explicaré:
Primero: Le probé en su abnegación. Le dije que viniera a verme a las 3:00 de la madrugada. Dejó la cama caliente y estuvo esperando a pesar del frío, sin la menor queja.
Segundo: Se trata de un hombre puntual. Llegó a la hora.
Tercero: Le examiné en cuanto a la paciencia. Tuvo que esperar cinco horas para verme.
Cuarto: Puse a prueba también su carácter. No mostró señal alguna de enojo cuando me presenté tarde yo. Tampoco hizo pregunta alguna sobre la demora.
Quinto: Mostró también suficiente humildad. Las preguntas que le hice las habría contestado un niño pequeño. En resúmen: Este hombre tiene los requisitos que deseamos en un misionero.
(Tomado de: Enciclopedia de Anécdotas e Ilustraciones, Vol.2, por Samuel Vila, pág.341)